Aunque cualquiera estaría de acuerdo en que los menores deberían ser el colectivo más protegido por la sociedad internacional, lo cierto es que en el cómodo día a día del mundo occidental pocas personas recuerdan el sufrimiento de los millones de pequeños de lo están pasando especialmente mal en algunos países de África, Sudamérica o Asia.
Muchos de estos niños y niñas de los países menos favorecidos económica y socialmente ven su infancia rota por elementos externos a ellos que ni siquiera entienden pero a los que se ven abocados sin remedio.
Uno de los mayores problemas de estos lugares son los conflictos armados y las guerras, y es que no solamente pierden a sus seres queridos o su modo de vida sino que además son reclutados (voluntariamente o no) por grupos armados radicales que les convierten en auténticos elementos de terror.
Estos niños deberían vivir una infancia en la que jugar, divertirse y aprender en la escuela como cualquier otro pequeño. Sin embargo, su única enseñanza es la del odio, la venganza y el uso y abuso de la fuerza: Los menores se convierten en soldados, sin miedos ni reparos en disparar el arma que sujetan en las pequeñas manos o en atacar con ese fatídico puñal a cualquier persona (sean o no inocentes a sus ojos).
A pesar de ser víctimas y ejecutores de todo tipo de crímenes contra la vida y la dignidad de las personas (asesinatos, violaciones, etc.), estos pequeños no nacen con madera de asesinos como algunos los podrían juzgar: En muchos casos son drogados, alcoholizados o abocados a unas ideas inculcadas forzosamente que hacen que se conviertan en lo que muchos acaban siendo y en lo que otros acaban por no poder contar.
La ONU, UNICEF y el Comité Internacional de la Cruz Roja luchan diariamente por solucionar esta lacra que afecta a pequeños de muchos países del mundo y que pasan desapercibidos a nuestros ojos.
No olvides que, a pesar del terrorífico aspecto que propician, estos niños son solamente unas víctimas.